1 - EN LA PISCINA




¡Por favor! Que alguien me ahogue  y acabe con esto de una vez.

He hecho el supremo sacrificio,  si otras pueden, YO TAMBIEN. Ahora, después de probarlo, solo encuentro dos explicaciones posibles, o son masoquistas o insensibles. Porque esto es una tortura.


Me he levantado a las 7 am pensando que a esa hora habría poca gente. Vamos, nadie ¿Quién va a ir a nadar a esas horas? Esperaba encontrarme el vestuario vacío, la piscina para mi sola, y uno o dos despistados como yo.

¡Por el amor de dios! Parece una estación en hora punta ¿Regalan algo hoy y yo no me he enterado?

Después de embutirme en el bañador y el gorro. Gracias a dios no se me ha olvidado nada (ayer lo comprobé varias veces y esta mañana también, no vaya a ser que después de llegar hasta aquí tuviera que volverme a casa).

Me voy a la piscina pequeña, la otra es olímpica y ni de coña.

Por increíble que parezca, todas las calles están ocupadas, algunas con más de una persona (la olímpica también). Yo estoy alucinando.

Dejo la toalla en un colgador roñoso y me dispongo a ducharme. ¡Joder! El agua esta helada. ¡Pero qué quieren que nos dé un ataque al corazón! 

Me echo un poco de agua con las manos, como los gatos ¡Vaya! Y me dirijo a inspeccionar la piscina para decidir en qué calle me meto,  mientras me pregunto por enésima vez ¡Pero qué diablos hago yo aquí!

Me decido y entro en el agua, me coloco bien las gafas, compruebo los tapones de los oídos, veo que la otra ocupante de la calle está a una distancia prudencial, y comienzo.

La primera en la frente, bueno, más bien en el ojo. Me entra agua.

Así no puedo nadar. Me paro. Me lo intento tomar con humor, “ajusto las gafas y ya está”, me digo a mi misma para darme ánimos.

¡Y una mierda! Después de varios intentos y otras tantas paradas, por fin he conseguido que  no me entre agua, bueno, casi, porque en uno de los ojos me sigue entrando, es un pelín de nada, en otras circunstancias seguro que no le daría importancia, pero ahora, el mundo que me rodea ha desaparecido y solo estamos, las gafas, el agua y mi mala leche que sigue aumentando.

He conseguido nadar dos largos seguidos y ya empiezo a relajarme, mi compañera de calle es respetuosa, va por su lado. Ahora ya puedo hacer lo que he venido a hacer. NADAR.

¡Oh! ¡Oh! ¡Me cago en todo lo que se menea!

Tanto fijarme en las puñeteras gafas y no me he dado cuenta de que el bañador es tan viejo y está tan cedido, que mojado y en movimiento, se me salen las tetas.

¡Mierda, mierda, mierda!

Me tapo, levanto la cabeza totalmente avergonzada para ver si alguien se ha dado cuenta. Afortunadamente parece que no.

Después de hacer sendos nudos en las tiras del bañador y obligarme a nadar durante un cuarto de hora, salgo de allí con un nuevo propósito en mi plan de cambiar de hábitos.


Necesito un nuevo bañador YA.


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